Relatos cortos (por Yeruti) : Una respuesta
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Relatos cortos (por Yeruti) : Una respuesta
Un ruido me despertó, me devolvió la conciencia. Había estado tirada allí quién sabe cuánto tiempo.
Estaba empapada, llovía torrencialmente, los truenos hacían temblar la tierra y el cielo parecía abrirse en dos con cada relámpago.
Caminé, caminé sin rumbo, sin saber adónde iba ni de dónde venía.
Parecía que mi mente se había quedado vacía. Solo un fuerte aroma a cerezos permanecía en mis sentidos.
¿Qué estaba haciendo allí si me aterran las tormentas?
¿Cómo llegué hasta allí?
Alguien pasó a mi lado y tendió la mano para ayudarme. No sabía quien era, pero algo me llamaba la atención en él.
Colgaba en su cuello una piedrita color índigo.
Tenía una mirada serena, ingenua, que me daba confianza.
Los truenos y relámpagos me hacen estremecer. Les tengo pánico.
Nunca, jamás, saldría en un día así.
Él no pronunció una palabra, pero su mirada me transmite paz y me dejo guiar por sus pasos.
Se lo ve seguro, decidido hacia donde dirigirse.
En pocos pasos llegamos a un hermoso jardín lleno de cerezos, el perfume me invadía completamente.
La lluvia comenzó a parar. El cielo se abrió y la tormenta se dispersó.
Parecía que el haber llegado allí, hacía que todo volviera a la normalidad.
Me soltó la mano y caminó hacia la casa. Yo seguí detrás de él.
Me detengo frente a uno de los cerezos y ahí comencé a recordar.
Las imágenes caen en mi mente como diapositivas. Una tras otra hasta formar la película completa.
Estaba frente a uno de los cerezos y contemplaba todo el jardín.
Me maravillaba con las flores, pajaritos, mariposas que revoloteaban a mí alrededor.
Miré el cielo, el sol. Mis perros saltaban tras las mariposas,
Mis hijos jugaban con la pelota.
Entonces me hice una pregunta.
¿Cómo sería este mundo si Dios no existiera?
Solo sentí que me desplomaba y no recuerdo más hasta que un trueno me hizo volver en sí.
Cuando giré para hablarle, ya no estaba.
Entonces mi hijo menor me dijo: ¿Qué te sucede mamá? Hace rato estás ahí parada inmóvil.
__Nada hijo, estoy bien. ¿Dónde está el señor que vino conmigo?
___ ¿Qué señor mamá?
__El que vino conmigo, mi amor.
__No mami, nadie vino. “hace rato estás acá inmóvil”.
Comencé a preocuparme. ¿Como podía ser que una persona se esfume así, como si nada?
¿Y mientras llovía que hacían?__ le pregunté.
__Mami no llovió, me dijo.
Más preocupada aún, caminé hacia la casa y al subir el primer escalón hacia la entrada vi en el piso la piedrita índigo.
Hasta el día de hoy me pregunto que pasó.
Sospecho que Dios me contestó la pregunta que le hice.
Me mostró un mundo oscuro y tenebroso pero también mandó un ángel que me rescató.
Yo creo que los dos mundos conviven.
Si buscamos a Dios, seguro será un mundo lleno de luz y sin tormentas.
Estaba empapada, llovía torrencialmente, los truenos hacían temblar la tierra y el cielo parecía abrirse en dos con cada relámpago.
Caminé, caminé sin rumbo, sin saber adónde iba ni de dónde venía.
Parecía que mi mente se había quedado vacía. Solo un fuerte aroma a cerezos permanecía en mis sentidos.
¿Qué estaba haciendo allí si me aterran las tormentas?
¿Cómo llegué hasta allí?
Alguien pasó a mi lado y tendió la mano para ayudarme. No sabía quien era, pero algo me llamaba la atención en él.
Colgaba en su cuello una piedrita color índigo.
Tenía una mirada serena, ingenua, que me daba confianza.
Los truenos y relámpagos me hacen estremecer. Les tengo pánico.
Nunca, jamás, saldría en un día así.
Él no pronunció una palabra, pero su mirada me transmite paz y me dejo guiar por sus pasos.
Se lo ve seguro, decidido hacia donde dirigirse.
En pocos pasos llegamos a un hermoso jardín lleno de cerezos, el perfume me invadía completamente.
La lluvia comenzó a parar. El cielo se abrió y la tormenta se dispersó.
Parecía que el haber llegado allí, hacía que todo volviera a la normalidad.
Me soltó la mano y caminó hacia la casa. Yo seguí detrás de él.
Me detengo frente a uno de los cerezos y ahí comencé a recordar.
Las imágenes caen en mi mente como diapositivas. Una tras otra hasta formar la película completa.
Estaba frente a uno de los cerezos y contemplaba todo el jardín.
Me maravillaba con las flores, pajaritos, mariposas que revoloteaban a mí alrededor.
Miré el cielo, el sol. Mis perros saltaban tras las mariposas,
Mis hijos jugaban con la pelota.
Entonces me hice una pregunta.
¿Cómo sería este mundo si Dios no existiera?
Solo sentí que me desplomaba y no recuerdo más hasta que un trueno me hizo volver en sí.
Cuando giré para hablarle, ya no estaba.
Entonces mi hijo menor me dijo: ¿Qué te sucede mamá? Hace rato estás ahí parada inmóvil.
__Nada hijo, estoy bien. ¿Dónde está el señor que vino conmigo?
___ ¿Qué señor mamá?
__El que vino conmigo, mi amor.
__No mami, nadie vino. “hace rato estás acá inmóvil”.
Comencé a preocuparme. ¿Como podía ser que una persona se esfume así, como si nada?
¿Y mientras llovía que hacían?__ le pregunté.
__Mami no llovió, me dijo.
Más preocupada aún, caminé hacia la casa y al subir el primer escalón hacia la entrada vi en el piso la piedrita índigo.
Hasta el día de hoy me pregunto que pasó.
Sospecho que Dios me contestó la pregunta que le hice.
Me mostró un mundo oscuro y tenebroso pero también mandó un ángel que me rescató.
Yo creo que los dos mundos conviven.
Si buscamos a Dios, seguro será un mundo lleno de luz y sin tormentas.
yeruti- Cantidad de envíos : 2
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